Genoveva de Schumann fue descalificada porque no coincidía con la idea preconcebida de cómo debía ser una ópera. Dvořák, que llevó la música de su tierra a las grandes salas, fue criticado por ello y porque la elaboración de sus ideas musicales no se siempre ajustaba al canon del desarrollo sinfónico. Con su Séptima trató de acercarse a un lenguaje más “universal” (más germánico, vaya). Pero no pudo dejar de ser él mismo (¡afortunadamente!). En el siglo XXI sabemos, como Leo Rondón, que se puede llegar a ser universal sin perder las raíces: no existen pueblos fuera de este Universo.